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Con motivo de la celebración del Día Nacional del Donante el próximo 7 de junio, desde Alcer Turia nos hemos puesto en contacto con aquellas personas de nuestra entidad que han recibido un trasplante de riñón para que participen en esta celebración de una manera muy especial.

La conmemoración de este día nació con el objetivo de concienciar al resto de la población de la importancia de donar órganos y ayudar a que otras personas puedan seguir viviendo.

Pacientes de ALCER Turia trasplantados han querido sumarse a esta celebración dando las gracias a través de una carta a sus donantes y a sus familias, transmitiéndoles esas palabras que nunca les pudieron decir.

Escribir estas cartas es la mejor forma de homenajear a todas las personas que, de forma altruista, han salvado muchas vidas con la donación de órganos.

Estas son sus cartas:

 ¡GRACIAS! ¡GRACIAS!  ¡GRACIAS!

Mi madre me dio por primera vez la vida, y tú y tu familia, me la habéis dado por segunda vez.

Con vuestro acto de donación altruista habéis logrado lo que nunca creí que conseguiría, cumplir 58 + 2 años, superar la edad con la que falleció mi padre.

Conseguir mi sueño desde hace 31 años cuando me detectaron la misma enfermedad que heredé de él, y superar el momento más crítico de mi vida, en el momento en que era imposible seguir viviendo por el fallo de mis órganos, hígado y riñón.

¡GRACIAS! ¡GRACIAS! ¡GRACIAS INFINITAS! ¡OS DEBO MI VIDA!

Vuestra donación ha sido el acto más humano recibido de otra persona. ¡SOIS ÚNICOS!

En el peor momento de vuestras vidas, cuando vuestro familiar tan querido os ha dejado y vuestros corazones están rotos de dolor, habéis decidido que todos sus órganos salven varias vidas. Vuestro familiar ya no está, pero sigue viviendo en todas las personas que los hemos recibido.

Ojalá vuestro ejemplo de humanidad se extienda a muchas más personas y a todo el mundo.

¡GRACIAS! Y QUE EN VUESTRAS VIDAS SE CUMPLAN TODOS VUESTROS DESEOS.

Siempre estaréis en mi corazón y en el de toda familia y amigos.

Mª José Pérez Miota- Socia ALCER Turia

El 4 de noviembre de 2012 volví a nacer. Eso es lo que sentí el día en el que me realizaron el trasplante de riñón. Dos años y medio antes mi vida había sufrido un vuelco inesperado. Tras una subida de tensión que motivó un ingreso urgente en el hospital, me detectaron una insuficiencia renal aguda. El diagnóstico me abocaba a necesitar diálisis en unos pocos meses y a esperar un trasplante renal a medio plazo.

Mi primera reacción fue: «¿por qué a mí?». Tenía 37 años, apenas llevaba casado tres, tenía un niño de un año y un bebé que había nacido hacía tan solo un mes. La vida nos puede sorprender en cualquier momento. Y no solemos estar preparados mentalmente para estos golpes, porque es más fácil vivir creyendo que lo tenemos todo controlado, y que la enfermedad o la muerte es cosa de otros o de personas muy mayores.

Fue un mazazo. A los seis meses del diagnóstico, tras operarme para la implantación de un catéter, inicié la diálisis peritoneal en mi casa. Pero esta modalidad de tratamiento en mi caso no fue bien. Sufrí dos peritonitis, con ingresos reiterados en el hospital. Y finalmente, pasé a realizarme el tratamiento tres días a la semana en un centro de diálisis. De esta etapa recuerdo las restricciones en la comida y sobre todo en la ingesta de líquido. Beber solo un vaso de agua al día era un auténtico reto, especialmente en verano.

Llevaba una vida lo más normal posible, alternando el tratamiento con el trabajo y con la atención que merecen dos niños pequeños. Es duro. Te sientes con muchas limitaciones. Te vas acostumbrando, pero sueñas con volver algún día a sentirte libre de la máquina de diálisis, y con tener más fuerzas para realizar todo tipo de actividades. De hecho, me compré unas zapatillas de running como motivación para estrenarlas una vez me hubiesen trasplantado.

El sábado 3 por la tarde, alrededor de las 19 horas recibí una llamada de un número largo. Preguntaron por mí, y me indicaron que me presentara lo antes posible en el hospital La Fe, porque tenían un riñón compatible conmigo. Experimenté una sensación extraña. Una mezcla de incredulidad, alegría y temor. Aunque llevaba tiempo preparándome para ese momento, por unos instantes me quedé paralizado, sin articular palabra. No sabía cómo decírselo a mi mujer.

Durante las horas previas a la operación, de madrugada, en la soledad de la sala de diálisis del hospital, mientras me preparaban, nos congratulamos por la suerte que habíamos tenido. Pero también, nos preguntábamos quién sería el donante. Nosotros estábamos viviendo estas horas con alegría y esperanza, mientras en otro lugar habría una familia destrozada, llorando a un ser querido. Nos vino a la mente la tragedia en la discoteca Madrid Arena, ocurrida un par de días antes, en la que fallecieron varias jóvenes. Estremecía ver en televisión a los familiares de las víctimas llorar desconsolados.

Nunca podríamos saber de quién procedía el riñón que me iban a trasplantar, pero la Providencia había querido que, en esos momentos, una persona joven falleciera y me cediera a mí, sin conocerme, un pedacito de su cuerpo para que yo me salvase.

La operación fue un éxito. A las pocas horas del trasplante volví a sentir la sensación de orinar. Tanto tiempo sin hacerlo, y por fin ahora tenía un riñón que funcionaba y filtraba el líquido de mi cuerpo. Ya no necesitaría más la máquina de diálisis. Significaba dejar atrás una fase complicada de mi vida. Un volver a empezar.

Tras la operación, la pregunta que me hice cuando recibí la noticia de mi enfermedad cobraba un nuevo sentido: «¿por qué a mí?». Yo he sido el afortunado en un proceso en el que han intervenido dos vidas y una de ellas se ha apagado, mientras que la otra, ha recibido una segunda oportunidad. A lo mejor, mi donante se merecía el premio más que yo.

En España las donaciones son anónimas. Quizás sería muy duro conocer a los familiares de la persona fallecida, así como la vida y las circunstancias de tu benefactor. Pero aquellas familias que han sufrido este trance pueden sentirse muy satisfechas por su decisión. Como persona trasplantada, siento una eterna gratitud por este acto de generosidad infinita. Me gustaría abrazar a alguno de los familiares y transmitirle que la muerte de su ser querido es una desgracia, pero que les queda el consuelo de haber salvado la vida a otras personas mediante la donación de órganos.

Al principio piensas que este riñón es de otra persona y te impresiona pensar que en tu cuerpo vive algo ajeno, que pertenecía a alguien que, como yo, tenía sus ilusiones, sueños y sus planes de futuro. En mi caso, siento que esta donación implica una gran responsabilidad.

Este nuevo riñón que me ha cambiado la vida es un regalo, y debo cuidarlo como el mayor de los tesoros. Este regalo es la consecuencia de una vida truncada, del dolor de sus familiares y amigos, y también del trabajo de un gran número de profesionales que hacen posible día a día este tipo de intervenciones.

Mi nuevo riñón sigue funcionando. Ha sido la pieza que necesitaba y que me ha permitido disfrutar de más de 10 años de una vida normal. Cada año celebro con mi mujer y mis hijos “el cumple riñón”, un día muy especial que me recuerda lo afortunado que he sido y cuánto le debo a las personas anónimas que un día, en medio del sufrimiento por la desgracia sufrida, decidieron donar los órganos de su ser querido a cambio de nada.

Muchas gracias de todo corazón.

Alejandro Pascual Valls – Socio ALCER Turia

Hola.

Quería dar las gracias a ese ser que me devolvió la vida dándome una parte de él, y sobre todo gracias a esa familia que en un momento tan delicado y triste como es perder a su ser querido, piensan en salvar vidas donando sus órganos.

No existe otro acto de amor más grande. No puedo dejar de darles las gracias cada día, si no, mi vida no sería posible.

Me han devuelto la vida, la ilusión. 

Gracias a esos familiares tan generosos y empáticos que aún pasando por momentos tan duros están tan llenos de amor.

 

Montserrat Barahona Sanjuan – Socia ALCER Turia

Llevo dos años y medio trasplantada. Era muy difícil que yo pudiera acceder a un trasplante debido a que tenía una gran cantidad de anticuerpos. 

Recuerdo que mi médico en cada visita me decía: “Luisa tienen que alinearse todos los planetas para que eso suceda”.

Y llegó el día y la llamada. Había un riñón para mí. Desde ese momento no he dejado de agradecer a esa persona buena que me donó parte suya para que yo tuviera una oportunidad de cambiar mi vida.

Agradezco a su familia ese gesto de amor y solidaridad hacia los demás. Me gustaría poder abrazarles y decirles gracias, gracias infinitas.

Mi mayor reconocimiento y agradecimiento a todas las personas anónimas que nos dan vida.

GRACIAS 

Mª Luisa Carbajal Rubio – Socia ALCER Turia

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