El fosfato es un mineral compuesto por fósforo y oxígeno y que resulta esencial para diversas funciones biológicas.
Por un lado, resulta fundamental para la formación de huesos y dientes, ya que junto con el calcio, contribuye a la estructura ósea. Así pues, también es clave para la producción de energía en las células, ya que forma parte del ATP (adenosín trifosfato), la molécula encargada de almacenar y suministrar energía en los procesos celulares. Además, el fosfato también participa en el buen funcionamiento de los músculos y nervios, y procesos como la reparación celular y el mantenimiento del equilibrio ácido-base en el organismo.
Los niveles de fosfato en sangre son regulados principalmente por los riñones. Cuando la función renal se encuentra dañada, como en personas con enfermedad renal crónica, los niveles de fosfato pueden aumentar en exceso, lo que puede conducir a complicaciones como la hiperfosfatemia, afectando negativamente la salud ósea y cardiovascular.